La creciente tasa de mortalidad anual por enfermedades cardiovasculares podría reducirse al cambiar los hábitos alimenticios. Esto incluye: comer más sano, descartar todas las grasas nocivas para el organismo y aumentar el consumo de grasas poliinsaturadas.
No es cuestión solo de limitarse de comidas chatarra, refritos o carbohidratos refinados. Incluyendo grasas poliinsaturadas a la dieta se pueden reducir los niveles de colesterol malo en sangre, disminuyendo el riego de infarto e ictus. Estos aceites proporcionan las grasas esenciales para el organismo, de esta manera se está limitando al cuerpo sino sustituyendo un componente dañino por uno beneficiosos.
¿Qué son estas grasa y dónde se encuentran? son los ácidos grasos omega-3 y omega-6– contenidos en numerosos aceites vegetales (aceite de maíz o de girasol), en los frutos secos y en el pescado azul (salmón, la trucha o la caballa).
Por su parte, las grasas saturadas y grasas trans aumentan los niveles de colesterol malo y el riesgo de infarto, diabetes y obesidad. Los carbohidratos refinados también juegan un papel crucial en esta encrucijada porque se digieren rápidamente causando una elevación de los azúcares en sangre.
Ante este preocupante desorden alimenticio la solución es evidente: sustituir las grasas saturadas por grasas poliinsaturadas. Pero este principio no está adoptado en todos los países debido a que las grasas trans se consideran un problema exclusivo de los países ricos, por la popularidad de los alimentos procesados y de la comida chatarra. Pero todos los países están expuesto debido a la comercialización y exportación de alimentos dañinos a la salud cardiovascular.
Es importante tomar en cuenta que las comidas rápidas pueden ser una opción inmediata de alimentación, pero poco a poco causan daños (en algunos casos irreversibles) a nuestra salud. También es importante reducir y eliminar productos elaborados elaborados con harinas refinada.